viernes, mayo 04, 2018

LA MANADA Y YO (II)

Gutierre de Cetina (1520-1557) uno de los más grandes nombres de la poesía (amatoria) española del Siglo de Oro, de fuerte influencia del lado de la Italia renacentista donde vivió. De noble ascendencia por parte paterna y también probablemente de ascendencia morisca por la rama materna. Sirvió en la milicia –entre otros lances en el sitio de Argel, a las órdenes de Carlos V-, y tuvo, según un adagio de la época, “en Castilla (Novísima, puesto que era de Sevilla) su natura, en Italia su ventura”, y en Méjico -que no en Flandes- “su sepultura” Unos ojos de mujer como los que canta en uno de sus poemas más célebres –“Ojos claros, serenos”- , le costaron la vida –en la flor de la edad- a manos de otro noble como él, e hijo de conquistadores, prendados los dos de la misma belleza (…) Mártir del Amor y de su poesía (en honor y homenaje a Eros) y un macho hispano –ante /el/altísimo- que hizo honor a su reputación con su vida y con su pluma, de la mayor actualidad hoy –Sánchez Dragó que lo recuerda da en el clavo- , y condenado no obstante tal vez al olvido y al ostracismo por culpa de la guerra de sexos que mantiene a todo arder la agitación feminista (o marxista/feminista) La misma amenaza –si no mucho mayor- que la que pesa sobre el autor de este blog por culpa de algunos de sus versos. De de los que no reniego ni una jota. ¡Estaría bueno! ¡¡¡Referèndum ya sobre la ley (inconstitucional, y groseramente discriminatoria) de la Violencia de Género!!!
¿Digo dije donde dije Diego? No exactamente así, pero confieso que sí que debo matizar un poco lo que deje sentado en mi artículo –en caliente- que dejé colgado antes de ayer en este blog sobre el caso (en ascuas) de la Manada y la indignación que ha producido, y sus repercusiones dentro y fuera de España. No estaba bien pormenorizado de las circunstancias concretas del asunto, y ahora que lo estoy un poco más modifico un poco mi juicio, pero es para reforzar más si cabe toda la carga de denuncia y de indignación –contra la indignación- que en el artículo anterior dejé sentadas. Consentimiento sí o no, la madre del cordero, o la pregunta del millón (de millones) o el quid de la cuestión, como lo del huevo y la gallina, no me digan.

Una impresión que viene a confirmarme el convenio de Estambul –válgame un santo de palo- sobre la necesidad del consentimiento válido y explícito (sic) para instruir y sustanciar la acusación de violación en un proceso penal en materia de conducta sexual (aunque no haya habido violencia física) . Y es que no me diga, pero a pesar del tufo islámico –y rigorista y represivo- que se despide del contenido de la resolución y del origen geográfico de esa decisión de la ONU (la capital de la Turquía), no nos hace menos inevitablemente pensar en el casuismo mas rancio (escolástico y jesuítico) de los tratados de moral (sexual) de antes, mucho antes del concilio vaticano segundo, en los que se trataba, por sobre todo, -de hilo conductor, de designio máximo último y supremo-, de culpabilizar –y de criminalizar en resumidas cuentas - una relación sexual entre personas de ambos sexos.

No es que no, dicen ahora algunas ahora, parafraseando el lema o consigna emblemática en extremo de una cierta indignación de izquierdas (representadas en el secretario del PSOE y en el líder de Podemos, Pablo Iglesias). Lo que las feministas del Me Too, del Cuéntamelo (y tutti quanti) traducen -al canto- en que el No, es, o se da siempre que no hay un Sí firmado y rubricado, por escrito (o poco menos) ¿Es eso razonable o sensato o realista o simplemente humano, aunque sea a la vez –por paradójico que parecer pueda- muy moral o muy cristiano, o judeo cristiano(o judeo/coránico), léase, muy de la moral del decálogo, léase del sexto mandamiento , y del nono, que amargaron y atormentaron (¡y como!) nuestra infancia y adolescencia? Lo dije y me retracto pues sin pena: no sé a ciencia cierta -a faltas de pruebas- si hubo o no consentimiento, o si hubo amenaza o intimidación en cambio, piensen lo que piensen los psicólogos, que aquí estamos en terreno judicial donde la prueba concreta, tangible, pesa y vale (mucho más) que una simple examen pericial por muy experto y muy psicológico que sea. Hasta ahí la puntualización a lo que escribí en mi anterior articulo.


Por lo demás, me reafirmo y ratifico en lo que escribí o en lo que dejé anteriormente sentado. Culpables del delito de violación o no, la verdad judicial de cosa juzgada –léase de la culpabilidad de los encausados- no admite el menor asomo de dudas en la sentencia. Y eso es lo que cuenta. Por eso no comprendemos la indignación social ni las repercusiones que está teniendo este asunto de puertas afuera. O digamos que sí que lo comprendo (y muy bien), que suenan a un curarse en salud, o a un poner las barbas en remojo al interior del hemiciclo, después de haberse tomado la decisión –a instancia de los impresentables españoles de Podemos-de llevar el asunto a debate en el Palamento Europeo dentro de las próximas horas.

¿O acaso no es verdad que algunos países tienen motivos –y como- para darse por aludidos. Francia sin ir mas lejos donde no hace mucho un juez desestimó las acusaciones de violación –en una menor, de quince años (…)- a falta de la prueba del consentimiento (como lo oyen) Sin indignación (social) alguna (…) Que el asunto esta politizado es algo evidente, se mire por donde se mire. Lo que es legitimo y razonable se me dirá.

Ocurre que se trata de un asunto penal –como lo fue el caso del crimen de la calle Fuencarral, que conmovió en lo más hondo a la España de entonces y comprometió e hipotecó gravemente su futuro, como se vio (con el estallido de la guerra civil), sólo un poco más tarde-, que son asuntos confusos y viscosos (o pegajosos. y contagiosos) por definición, entre la realidad más fugaz y el simple juego de apariencias. No importa, nos habrá obligado a zabullirnos, y a reflexionar y a documentarnos sobre el tema, éste y otros análogos y conexos. Como lo es la temática –y problemática-“de género” No le presté nunca excesiva atención –lo confieso- por culpa de la atención –a mi juicio contraproducente y excesiva- que le prestaron en cambio la iglesia y sus príncipes y santos/doctores, como lo expuse aquí prolijamente y en detalle repetidas veces veces. Debo admitir en cambio que hay ahí un (serio) problema. Que se concreta e ilustra y pone de manifiesto sobre todo en el texto legal que sirve de faro o referencia ultima en la materia, a saber la ley sobre la violencia de genero. ¡Qué problema!.../...

Y confieso también que en su momento el asunto se vería oscurecido por la temática contigua del aborto de lo que aquí todos saben como pienso, antes como ahora. Ocurre que entre ahora y aquel entonces ha venido la mala/nueva –la peor de todas- a saber, la guerra de los sexos, a la que ese texto legal sirve de combustible supremo. En nombre o por cuenta de la igualdad, y ahí se pone de manifiesto la gravedad y magnitud del desafío y lo arriesgado y temerario incluso de recoger el guante en los que se arriesgan en el empeño. De desenmascarar y denunciar lo capcioso y discriminador del argumento. Querías arroz, idealista ingenuo, tres tazas llenas: Discriminación, el pan nuestro de cada día desde que puse el pie por cima de los Pirineos. Por razón del pasado individual –que en mi caso (lo menos que se puede decir) no es un secreto-, o de la nacionalidad, y por supuesto -como se pone de manifiesto ahora- por razón del sexo (o del género)

Discriminación/positiva, ¡que bella hipocresía! Que no deja menos un rastro o ristra de victimas a su paso como el autor de estas líneas que se sintió siempre victima de ese mito insidioso y falaz desde que me puse a residir en Bélgica. Como decía Orwel –eso de que unos son más iguales que otros, en la Granja Animal-, en la Europa y en el mundo de hoy –y en el nuevo orden mundial surgido en el 45 en resumidas cuentas- todos son más iguales que yo, así es como sentí siempre aquí en Bélgica. Los políticamente /correctos, los belgas y también los emigrantes, europeos o no europeos -no españoles en resumidas cuentas, machos éstos, machistas por definición (un termino , no se olvide, o una noción que se trascribe y declina en español en todas las lenguas) (…) -

Y ahora desde hace unos meses, - desde que estalló, en todo el mundo y en especial en Europa (y Bélgica) y por culpa del caso Weinstein –el judío magnífico (y violador) de Hollywood que se creía todo permitido desde el 45- la guerra de los sexos, el hombre en provecho de. la mujer –por ser hombre solamente, y cuanto más hombre peor la cosa. En España como en Bélgica y ante españoles más si cabe –me doy cuenta ahora- por culpa de la ley de Violencia de género. ¡Referéndum ya! Para la derogación o abrogación de una ley manifiestamente inconstitucional que esta echando ahora –¡y como!- leña al fuego, léase a la guerra –a todo arder por culpa del caso de la Manada- de un sexo contra el otro sexo.

Fernando Sánchez Drago en un artículo provocador –muy en su estilo- sacaba a relucir en el tema de la Manada, y a modo de conjuro o de invocación o encantamiento, al insigne Gutierre de Cetina –y a algunos de sus versos- y fatalmente con él nada menos que a toda la poesía amatoria –y erótica- del Barroco español y del Renacimiento, que la revolución cultural que tiene armada el feminismo militante viene a poner en entredicho no dejando a salvo más que aquellos poeta del género que se ven asistidos –como los de la Institución Libre de Enseñanza y su iconos o santurrones/laicos(Pedro Salinas entre ellos, un respeto) - de credenciales mínimanente presentables de lo políticamente/correcto. Por culpa del violador de Hollywood todo ello. ¡Tamaño despropósito!

Ocasión que ni pintada además de denunciar el puritanismo de la izquierda y en particular de la extrema izquierda (como yo de antiguo lo vengo haciendo) Ese es el tufo de tirar para atrás -de puritanismo guerra civilista y “rogelio” (anti-anarquista, marca PCE)- que despide la guerra de los sexos a la que (absortos) venimos asistiendo como lo han venido denunciando algunos y algunas para colmo de escándalo de lo bien pensantes, y la consiguiente agitación de los medios.

Ni nos intimidan ni nos impresionan, ya digo. Y bienvenido sea el caso de la Manada si ha servido para encender o sensibilizar esa veta o esa fibra de moralista que algunos –vergonzantes como a escondidas (y por razone más que obvias)- llevamos dentro del alma (y del cuerpo) De un moral heroica, y –no hace falta ni precisarlo- sin moralina judeocristiana. “Que en el principio era el Sexo”

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