lunes, enero 08, 2018

FRANCE GALL, RUBIA Y FRANCESA

France Gall, “poupée de cire, poupée de son » encarna -y entierra con ella al morir también (mejor que Johny Hallyday)-, la España feliz de los sesenta –anclada fija en el cielo de mi memoria- de aquella España casi milagrosa que surgía como el ave fénix de entre las cenizas, que reía –entre sonrisa y melancolía- y de la que después enseñaron a los más jóvenes que no sabía más que llorar. De donde el mito o icono indiscutible de toda una generación, y el mío en particular. El mito de mujer, en un adolescente en fase de pubertad, eso fue para mí la ganadora de Eurovisión (1965), France Gall. Por rubia y por francesa. Y es que su muerte me revela a mi mismo algo que pocos hoy –tal y como se está poniendo el patio además (…)- se atreverían a confesar. Me gustan las rubias. Así es, así fue y sin duda así será. Y que me perdonen los garantes (y censores) de lo correcto en los planos político, histórico…y sexual (y racial)
France Gall, “poupée de cire, poupée de son”, una frase –en francés- que la inmortalizó sin duda porque era fácil de pronunciar en español. Porque France Galle, cantante francesa –“la cantante (chanteuse) nacional” como le oí un vez a un francés referirse a ella-, fue demás y yo diría sobre todo, en la música yé-yé, un icono –como la ensalzan ahora los medios- de España y del publico español, sobre todo el de mi generación.

Por francesa y yo diría por partida doble, por rubia y por francesa. Y es que era una añoranza innegable la que venía a destapar la cantante ahora fallecida, de lo rubio entre españoles, sobre todo entre varones aunque entre féminas también, que ilustra -entre muchos otros- ese fenómeno de sociedad “typical spanish” de las rubias/del/frasco, que no vino más que a realzar o revindicar lo rubio –en mujer- en su autenticidad, o para dejarnos de eufemismos en su auténtica…pureza.

¿Eran “del frasco” las rubias iconográficas de toda una generación, de todo un país, de aquella España feliz de los sesenta, France Gall, Françoise Hardy, Sylvie Vartan? Las dudas se admiten pero aunque lo fueran, eran rubias “por dentro” y era lo que contaba entonces sobre todo para españoles, de la misma generación que la suya. Y lo eran por francesas, o rubio/francesas.


El mito de la mujer francesa que la canción ye yé, fenómeno franco/inglés o anglo/francés, encarnó y que divulgaría la canción francesa de la misma época –aquella que supo cantar Jaime Gil de Biedma- es lo que aupó a esta cantante -y su cancion fetiche (de Eurovision)- que como recuerdan ahora los medios españoles desafinaba todo lo que podía, pero ¡con qué canción!

¡Desafinaba? ¿Y qué? Su encanto (juvenil) se lo hacía perdonar, lo mismo que esos gallos que inmortalizaron la frase final de su celebre canción, “al calor de los jóvenes” (“la chaleur des garçons”) Y era un encanto físico, cultural y nacional las tres cosas a la vez, lo que el presidente francés –que se está revelando un especialista en la política del show business habrá sabido ahora –lo mismo que hizo con Johny- poner de relieve y ensalzar.

El mito muere pero su muerte revive o resucita en el recuerdo esa España feliz que ella tal vez (se me antoja) como nadie supo encarnar. Esa España de los sesenta que surgía como un milagro de las cenizas de la guerra civil y entre horizontes de guerra mundial. De guerra y, no se olvide, de derrota. De guerra total y de derrota total. Como lo puse de manifiesto en un reciente articulo ( “España en deuda con Alemania”) Y es sin duda ese sabor agridulce o regusto amargo a derrota, lo que imprimía ese tono de melancolía (yé yé) que los medios ahora realzan y que a mí se me pasó entonces desapercibido, esa es la pura verdad.

Y un homenaje insospechado –es decir, fuera de toda sospecha- lo fue, inmejorable además, esa exaltación o reivindicación de lo rubio/azul, y lo era a un valor o elemento esencial en la mitología de la Alemania vencida- encarnada en cantantes francesas, del bando pues, no se olvide, de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Y es lo que fascinaba en algunos, muchos pocos no lo sé, lo que sí sé es que me fascinó a mí. Por lo rubio o rubio/azul y por lo francés, por las dos cosas a la vez. France Galle que cantaba sonriente y melancólica en aquel mundo, en aquella España que reía, aunque después les enseñaran –sobre todo a los más jóvenes- que no sabía más que llorar.

Fue un momento breve casi instantáneo –aquel cuando me abrí yo, en mi adolescencia a un mundo que se venía abajo en ese preciso momento como lo canté en varios de mis poemas- pero quedó fijo, inmóvil en el cielo de mi memoria –díxit Francisco Umbral-, y es lo que supo inmortalizar y encarnar y simbolizar mejor
que su coetáneo Johny, o mejor incluso que su esposa Sylvie Vartan- la rubia –o rubio/francesa- France Gall.

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