miércoles, julio 19, 2017

SUIZA Y EL ETERNO RETORNO

Todo en la noticia singular que comento en estas entradas recuerda y evoca algunos de los relatos alpinos del gran escritor suizo de expresión francófona, Charles-Ferdinand Ramuz -insólitamente neutral durante la guerra civil española-, como el de esta obra -en edición reciente (2011) en la foto, en lengua española- de una de sus novelas mas célebres, de un  título prestado al nombre de una de las localidades de alta montaña más emblemática del cantón suizo del Valais, no lejos de los lugares de escenario de esa desaparición misteriosa que viene a aclarase sólo ahora setenta y cinco años después y que tanto impacto tuvo en la Suiza de entonces -dentro y fuera incluso del cantón- y tanto marcó las mentes y memorias de su contemporáneos. Como lo ilustran los titulares de prensa de la época, que se exhuman ahora en la noticia que aquí comento. Entre ellos del “Nouvelliste Valaisan” (Noticiero del Valais), que sobrevivía -como tanta cosas en el país alpino- aún muchos años después, como doy constancia de ello de mi paso por el seminario de Ecône donde era el único periódico que allí nos llegaba. Y que viene ahora a traer ahora a mi memoria esa noticia insólita. Como tantas otras cosas
Tiempo estival. De oleadas de calor agobiante, a tono con un actualidad que causa no menos agobio, e invita al autor de este blog fatalmente a la evasión por las rutas del tiempo o del espacio y es lo que hago gustosamente ahora con ayuda de una noticia de las de paginas de sucesos que habrá copado por lo insólito los titulares y primeras paginas de los medios, por unas horas aunque fuera. La montaña acaba revelando sus secretos,

En los Alpes Suizos, con la ayuda de sus hondos glaciares, es el caso por lo menos (me curo de inmediato en salud ante escépticos montañeros) Setenta y cinco años después, un glaciar del cantón suizo del Valais acaba de devolver los restos momificados -y en sus vestimentas intactas- de una pareja, marido y mujer, desaparecidos en 1942, cuando iban camino de pastos de alta montaña -”alpages” en lengua francesa- sin duda a ordeñar el ganado vacunos del que eran dueños.

Y ahora sólo se habrá sabido que fueron víctimas de una caída mortal de cuarenta metros en la grieta de un glaciar que intentaban atravesar en el limite de los cantones de Berna y del Valais, dejando al morir tras ellos siete huerfanitos, cinco varones y dos hembras, la mayor de todos ellos de trece y la menor de cuatro años en el momento del suceso -tal vez la única superviviente- que habrá hecho ahora declaraciones a los medios. La noticia que recoge declaraciones de responsables de la policía del cantón del Valais, reza que los dos vestían ropas del tiempo de la segunda güera mundial. Agosto de 1942. Cuando la historia y el mundo titubeaban como tal vez lo hicieron los dos protagonistas de este infausto suceso antes de su caída mortal.

Suiza mágica. Por su historia y por su geografía. Por esos paisajes alpinos tan grandiosos, en los que anduve mecido y arropado como quien dice los casi cuatro años -noviembre del 74 a junio del 78-que pasé en el seminario tradicionalista de Ecône, siempre en la misma habitación individual de seminarista dando vistas -al fondo- al Mont Blanc. Donde -durante cuatro años- se le paró el tiempo por así decir al autor de estas lineas. como se me volvería a parar en Ostende dando vistas a su rada majestuosa tras mi llegada a Bélgica varias décadas después. Una cura de poesía y de idealismo y una terapia anímica y espiritual ala vez, eso fue Ecône para mí. Así lo canté en algunos de mis poemas y así lo confieso en mi ultimo libro -”Krohn el cura papicida”- y así lo sigo viendo también, sin nostalgias enfermas ni ningún tipo de reniegos casi cuarenta años después.

Semper idem. Rompí con ese mundo hace y décadas, pero de mi identificación en el recuerdo -hoy como ayer- con aquel joven idelista y generoso abnegado que conocieron y trataron los que conmigo coincidieron allí, y del cordón umbilical en suma -en los planos emocional, y espiritual- que me sigue ligando indefectiblemente a aquellos años de mi juventud da cuenta el apego que me sigue infudiendo el país alpino.

Lo que viene a hora a vigorizar y reverdecer de nuevo esta noticia que aquí comento. Suiza helvética y alpina, refugio y alto/lugar -haut lieu- de la memoria. De la civilización europea y de la mía propia. Los años que pasé en Ecône tuve ocasión de explorar y recorrer no poco toda aquella región donde estaba enclavada aquel seminario internacional tradicionalista, de espaldas a la falda de una de aquellas estribaciones alpinas y dando vistas al valle del Ródano que discurría en silencio justo por debajo del seminario.

Y me dio tiempo de familiarizarme no poco con el conjunto de la geografía del Valais, el más alpino -junto con el cantón del Tesino (de lengua italiana) y de los Grisones (mayormente de lengua alemana)- de todos los cantones suizos. Una miríada de nombres toponimias la que me viene a la mente de golpe ahora con todos los datos y detalles que la noticia que aquí comento habrá sacado ahora a relucir. Sería injusto no obstante y faltaría a la verdad también si dijera que mi apego a Suiza -carnal y espiritual a la vez- a la Suiza se reduzca o se concentre mayormente o en exclusiva en el cantón del Valais.

Sería olvidar la “otra Suiza” que forma parte de mi pasado personal y de mi memoria intransferible, y es la que viene a encarna Lausanne, donde residí también en otras circunstancias y en tiempos más recientes, y a donde volví de visita ahora hace dos años, para reconciliarme con ella después del primer encuentro -acababa yo de salir de la cárcel portuguesa- que tuvo no poco de duro y también de ingrato para mía.

Fría y bella Lausanne. Escribí en uno de mis poema antiguos. Víctima de una ilusión o una impresión (hibernal), porque cuando volví hace ahora dos años -en periodo estival- todo el frío aquel había fundido como la boca del glaciar que devuelve ahora los cuerpos -intactos- de los esposos desparecidos. Igual que recuperé yo la memoria de una época (azarosa) de mi vida y de otra anterior ye me marcaron indeleblemente que me hicieron receptivo a un voz de lejanía como la que creo haber odio ahora venido del fondo de un glaciar y del lo hondo de todo una época de nuestra historia europea.

Suiza neutral. De una neutralidad que se mantendría milagrosamente intacta -o casi intacta- a lo largo de los siglos. Inclusive durante la Segunda Guerra Mundial. Como lo ilustra la noticia que aquí comento de un matrimonio pacífico que se fueron un día de excursión por lo hondo de un glaciar de los Alpes -para no volver- en los momentos mas álgidos y decisivos dela Segunda Guerra Mundial.

Neutralidad suiza -y “a la suiza”-, prenda de eternidad. En la Segunda Guerra Mundial como en la guerra civil española. Símbolo mágico el país helvético del Eterno Retorno. De ahí la magia de esa noticia, que pone a mi alma a la hora/suiza, por unas horas aunque sea (...)

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