sábado, junio 10, 2017

MALVINAS ASIGNATURA PENDIENTE

Hundimiento del crucero Belgrano, en la tarde del 2 de mayo de 1982, diez días antes de mi gesto de Fatima. El aislamiento en el plano psicológico que mi distanciamiento del sentir generalizado de la opinión publica española en relación con aquel conflicto fatalmente me deparaba -acentuado por mi alejamiento geográfico entonces (que me pilló residiendo en Francia)- sería inseparables a no dudar de la situación anímica y espiritual que era la mía en vísperas del gesto aquél. El hundimiento del Belgrano -por lanzamiento de un torpedo desde un submarino nuclear británico-, ordenado personalmente por la Dama de Hierro bajo asesoramiento del alto mando de la Armada británica fue una acción de guerra, de objetivos estratégico innegables. Por más que el balance tan alto de victimas -entre las trescientas y más de seiscientas (según las fuentes), un gran porcentaje de ellos jóvenes guardiamarinas- hiciera planear siempre desde entonces la duda de que se tratase de un a operación de castigo o de atrición. Dura lex sed lex. Ley de guerra, esa nota -de atrición- inseparable de la guerra total propia de los grandes conflicto de nuestra época
Tiempo de lectura. Al aire libre o en espacios de lectura reservados al placer de leer en un ambiente de sosiego silencio, que frecuento desde hace ya algun rato. Y cae ahora en mi manos otro libro -también en inglés- de carácter biográfico, junto con el género histórico -y la poesía- uno de mis géneros favoritos. Y se trata de una biografía de la Dama de Hierro, un tema, un personaje histórico, y una lectura que me pillaban así de entrada un poco cuesta arriba, como me ocurría con otra gran figura de la historia del siglo XX, el General De Gaulle -comparable a la la Thatcher por tantos aspectos- que le mereció una biografía a Dominique Venner de la que di cuenta en una de estas entradas hace ya algunos meses.

Le he hincado pues el diente a esta obra sobre la primer ministro británica y me habré ido directamente al capitulo que como español mayor reto me ofrecía, y me refiero al que en esa obra se dedica a la guerra de las Malvinas -unas sesenta páginas, en realidad muchos mas porque el tema parece como si excediera un poco o un mucho a la obra y a los designios visibles que llevaron a su autor a escribirla y se puede decir en el capitulo siguiente aquella guerra continua todavía. Es un tema melindroso para públicos hispanos o españoles, de entrada lo reconozco. 

Y es que el reto que plantea en el plano histórico -y e la memoria- y no sólo, es de tal magnitud que no veo bien como podría soslayar, y en realidad lo afronté para mis adentros en el momento de los hechos hace ya treinta y cinco años pero confieso ye nunca hasta ahora me habré atrevido a hacer publicas mis reflexiones, que no habrá dejado de ocupar mi mente , por espasmódicamente que fuera, siempre desde entonces.

Me abstuve entonces de tomar partido en aquel conflicto desmarcándome (ex profeso) de la tónica dominante -partidista, anti-inglesa- en la sociedad española y de la tendencia dominante entre españoles entonces. En lo que vino a ser -en aquellos días que inmediatamente precedieron a mi gesto de Fátima- como una señal premonitoria de aquel por el aislamiento dramático -en el plano psicológico aunque sólo fuera- en el que aquella postura mía ya de entrada fatalmente me staba. Mucho mas si cabe que la postura -nuevamente solitario- que seria l mia una década mùas tarde durante las guerras de los Balcanes.

Me fui de Argentina -tras un año y medio de estancia allí- en diciembre del 79, dos años y medio pues antes del estallido de aquel conflicto, por sentirme amenazado por sectores del nacionalismo argentino que patrocinaban -y hasta cierto punto controlaban (y fiscalizaban) - la obra de Monseñor Lefebvre en buenos Aires, en donde permanecí inserto desde mi llegada allí a principios de julio del 78.

En alguno de mis libros y en este blog y en el anterior ya me extendí repetidamente sobre las causas del conflicto irreductible -ubicable sustancialmente en el plano de la memoria- que me opuso a los argentinos nacionalistas. No a todos ellos, es cierto, pero digamos que mi marcha de allí -en las circunstancias dramáticas en las que se produjo- sellarían mi ruptura con toda aquella corriente ideológica. Los nacionalistas argentinos hacían de la Malvinas la reivindicación mayor de su ideología, un nacionalismo criollo irredento que venia a encarnarse y a sintetizarse en el sueño de una Gran Argentina (“la patria grande”, en fraseología nacionalista) Y era un sueño nacido al socaire de la emancipación americana, léase la rebelión mestiza anti-española que cortó los lazos de las naciones de América hispana con la madre patria.

Un sueño que nació de la muerte del Imperio español, del que aquella rebelión de los pueblos (ex) hispanos de America vendría a dar cuenta en gran medida. Y que en su capitulo referido al Río de la Plata dio inicio con un escrache “avant-la-lettre” -mucho antes de llamarse así- contra altos funcionarios de justicia españoles al servicio del Virreinato en un teatro de Buenos Aires que fue el detonante de la (llamada) Revolución de Mayo.

Un movimiento insurreccional liderado por criollos -léase mestizos de descendientes de españoles y de amerindios indígenas, que encarnaría sobre todo la figura iconográfica -venerada tanto por la tradición liberal masónica como por la historiografía nacionalista- de Mariano Moreno, del que los retratos que se conservan dispensan de mayores abundamientos de lo que aquí decir pretendo. Y la gran cortada de aquella rebelión anti-española lo fueron -nótese bien- las invasiones inglesa, que justificaron a los ojos de una mayoría de antepasados de los actuales habitantes de la Argentina la puesta en tela de juicio de la soberanía española y de la legitimidad del poderío español sobre aquellas tierras.

Algo que se reviste de toda la claridad diáfana y apodíctica de un axioma histórico y que por supuesto no pretendo discutir con recalcitrantes y muchos menos con recalcitrantes argentinos (o de otros países ex-hispanos de América) ¿Malvinas argentinas? Para un español fiel a su propia memoria histórica, era una reivindicación carente (en el fondo) de sentido, Por tratarse de un puro anacronismo y de la reivindicación fraudulenta -e ilegítima en el fondo- de una memoria usurpada, por expresarlo de alguna forma. Y es que las Malvinas nunca fueron argentinas. Pasaron a ser británicas -ley de guerra y de la fatalidad histórica- cuando dejaron de ser españolas.

Y esa fue la razón de fondo que me llevo posicionarme de la forma que lo hice en aquel conflicto, y que asumí grosso modo hasta hoy, sin encontrar hasta hoy razones o motivos suficientes que me hicieran cambiar de la postura que fue la mía entonces. Una postura de neutralidad comparable a la de España durante la Segunda Guerra Mundial. Pero era sin duda algo mas hondo lo que me movía. Y era esa voz de la sangre (José Antonio rimo de Rivera díxit) que nos liga a los destinos de Europa. Las Malvinas, asignatura pendiente -de revisión histórica- para españoles

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