martes, mayo 23, 2017

ME ATACA EL OPUS DEI

¿Aljubarrota de mayor importancia historica que la toma de Granada para la Roma pontificia (y vaticana)? Estatua ecuestre frente al monasterio de Batalha -distrito de Leiría, cerca de Fátima, que visitó de muy joven el autor de estas lineas- del santo/condestable, Nuno Alvares Pereira, el santo preferido del Profesor Plinio y de la TFP, canonizado por el papa Benedicto XVI con ayuda (nota bene) de las presiones del pretendiente portugués Dom Duarte, lo que de confesión propia le granjeó roces con el embajador español en el Vaticano. Por razón del signo innegablemente anti-castellano -remontándose muy lejos (es cierto) en el pasado, hasta la Guerra de los Cien Años, y a las secuelas de la guerra civil castellana entre Pedro I y los Trastamara (...)- de ese santo/nacional de los portugueses. Un mito del nacional/catolicismo portugués comparable al de la Virgen de Fátima. La superstición fatimista -cripto/musulmana- arraigó en Portugal como no lo hubiera hecho sin duda en ningún otro país católico por razón (en parte) de una idiosincrasia nacional ”más católica” que la de los españoles en razón de una posición histórica y geográfica de inferioridad -concretamente en relación con el resto de España- que les hizo más dependientes del patrocinio -y del arbitraje- y los buenos auspicios de la Roma papal (y más tarde vaticana) Así, el Opus Dei acertó a canonizar al santo/condestable portugués, pero no acertó en cambio a hacer lo propio con Isabel la Católica hasta hoy. A buen entendedor pocas palabra bastan
Me dispongo a darle a la tecla tras sentirme atacado por un flanco un tanto desguarnecido -el de mi familia y de los míos- y habrá sido en un artículo (pleno de unción/religiosa que no falte) -que me viene (nótese bien) por entero dedicado- de un eclesiastico portugués, figura emblemática del Opus Dei -por lo que vengo a saber documentándome sobre la marcha- y gran devoto del papa actual (y sin duda de los anteriores) y también de la Virgen de Fátima. ¿Por qué este ataque? Esa es la pregunta que me viene en primer lugar raudo a la mente.

¿Una respuesta al impacto que habrá sido el mío, que me diga el de los artículos y reportajes que me habré visto dedicados tanto en la prensa portuguesa como en la prensa española e italiana con ocasión de la visita del papa Francisco a aquel santuario portugués? Es muy probable. Yo llevaría un poco más lejos mi indagación no obstante. Y es que se me ocurre que ese ataque tan virulento y sin precedentes de parte de eclesiásticos en contra mía tenga que ver con el balance (final) de la visita papal a aquel santuario mariano.

La prensa nos habrá vendido un éxito clamoroso de publico -de fieles que me diga-, con ayuda incluso de fotos tomadas desde el aire del ejercito portugués a modo de verificación material, en concreto, de la propaganda fide, y volando en socorro de la misma como quien dice. Es obvio no obstante que en España, entre españoles, la visita papal a Fatima en el centenario de aquellas apariciones/marianas, se habrá vivido en un clima de indiferencia casi absoluta. “También había españoles” así de púdico sonaba el reportaje que dedico a la llegada del papa a Fatima la radio-televisión belga francófona.

Y esa disparidad tan drastica entre el entusiasmo innegable de los católicos portugueses -por relativo que fuese o exagerado en los medios que se viera-  y la frialdad o indiferencia de los católicos españoles hacia el fenómeno de Fátima encierra sin duda un a glosa que se me antoja inacabable, por la cantidad de reflexiones a las que parece invitar de entrada. Digamos tratando de resumir y de sintetizar que el fenómeno (típicamente portugués) de Fátima -siempre en ascuas como se acaba de probar una vez más- viene a ser la prueba por el nueve que los portugueses son "más católicos" que los españoles, ahora como ayer, como lo venía siendo desde el final de la Edad Media cuando se vino a consumar la ruptura entre Portugal y Castilla, y a través de esta última de aquél con el resto de la península, y de España.

Y con ello no quiero decir que el catolicismo portugués fuese mas devoto, más “santo” o mejor o mas autentico o mejor -en el plano que fuera- sino que Portugal por razón de su debilidad comparativa -en el plano territorial aunque sólo fuera- en relación con España estuvo siempre mucho mas dependiente del padrinazgo y del arbitraje eclesiastico -léase pontificio o papal- que España como lo ilustró el Tratado de Tordesillas, en un momento en el que Castilla llegaba al cenit de su poder tras sellarse su unión con el reino de Aragón que vendría a forjar la unidad española, cuando el arbitraje papal -por más que se tratase de un papa/español- solo podía favorecer a la larga a la parte mas débil en presencia como así fue en realidad,  que dejo a disposición exclusiva de Portugal la ruta del cabo de Buena Esperanza y le adjudicó lo que es el actual territorio del Brasil, que daría paso a la nación hegemónica en el continente americano (al sur del Río Grande) que es el Brasil de nuestros días.

Y un signo de la impronta clerical, eclesiástica (católico/romana) que arrastra Portugal lo es sin duda el fenómeno Fátima, que vendría a presidir la clericalización rampante del Estado Nuovo a seguir al desenlace de la Segunda Guerra Mundial en un fenómeno sincrónico y en paralelo con el que experimentaría la España de la posguerra, secuelas tanto en un caso como en otro de la derrota en la Segunda Guerra Mundial de ambos países, a saber tanto del régimen de Franco como del Estado Nuovo. El fenómeno de Fátima acentuaría comparativamente no obstante la clericalización del régimen y de la sociedad portuguesa en la posguerra que vendría a ilustrarse en lo que los portugueses vendrían a llamar las “Tres Efes”, -como los rtres lemas del Estado Nuovo- el fútbol, el fado...y las apariciones de Fatima. Hasta aquí la explicación más verosímil y más creíble a mi juicio de ese ataque personal tan imprevisto del que me habré visto ahora objeto.

El eclesiástico portugués que viene ahora acometerme (con la pluma o con la tecla) se permite además mencionar un pormenor de la actitud de mis propios padres tras mi detención en Fátima que se merece aquí una puntualización por escueta que sea. Nuca llego a mis oídos ese pedido de perdón (papal) que habrán cursado mis padres, entonces,que les hab ría llevado seún se segura en el arituclo mencionado en la Nunciatura de Lisboa. No lo excluyo no obstante, admito que se revista de visos de verosimilitud, y se me ocurre ademas cual pudiera ser la clave de explicación de esa supuesta iniciativa de mis propios padres en aquel trance.

Y fue el comentario que les hice en una de las visitas que recibí de ellos mis primeros tiempos preso en la Penitenciaria de Lisboa, de un articulo -que había llegado hasta mí allí dentro- publicado en el diario francés le Figaro de la pluma del escritor André Frossard, comentarista religioso de aquel diario entonces, judío converso y ardiente devoto del papa Juan Pablo II, en el que venia a denunciar (sic) el silencio de mis propios padres, de los que -escribía él- no se había hecho oír ninguna voz en señal de disculpas tras mi detención, en lo que venia a asemejarse a una puesta en la picota, sino a una amenaza mas o menos difusa. Lo que hoy cabria calificar de un escrache periodístico, ni más ni menos.

Y eso es lo que podría explicar la incitativa aquella a la que alude este eclesiástico portugués en tono acusador yculpabilizador (a mi costa), con su reciente articulo, algo de lo que ya digo nunca supe directamente hasta ahora, bien que sí supe de la intención de aquellos de trasladarse a Roma para interceder por mi (sobreentendido) El padre Gonçalo Portocarrero de Almada que ese es su nombre completo, es una figura notoria -y sin duda emblemática- del Opus Dei en Portugal. Y me apresuro a decir que tomo nota. Y es de lo que se me asemeja un ruptura de hostilidades, habida cuenta del peso y de la influencia (descomunales) que la Obra/de/Dios alcanzaría en el país vecino como me fue dado el comprobarlo y calibrarlo durante mi estancia en la cárceles portuguesas.

Y vaya un nombre (y apellidos) que retuve hasta hoy, en prueba e ilustración de lo que afirmo, y es el de Antonio Malça Correia inspector (general) de los servicios penitenciarios portugueses estando yo preso en Portugal que arrastraba -de notoriedad manifiesta- una etiqueta Opus Dei que no desmintió en absoluto en el breve encuentro -en portugués cabría no obstante decir mejor “desencuentro”- que tuvimos estando yo preso en Vale de Judeus.

Y es que a raíz de aquello las condiciones de mi detención allí, dentro de aquella prisión de máxima seguridad- se agravaría drásticamente hasta el punto que en las navidades del 84 -año aciago en todos los aspectos en la escena internacional y para el que esto escribe por supuesto- fui yo el único recluso de Vale de Judeus -de un total de cerca de cuatrocientos- que no tuvo siquiera derecho a bajar al comedor para la cena navideña, castigado en mi celda de resultas del enfrentamiento que venia manteniendo con las autoridades del establecimiento. Y no puedo dejar de asociar a fe mía, tantos años ya transcurridos, el nombre de aquel socio numerario portugués de la Obra con las desventuras por las que atravesé entonces, en las circunstancias tan penosas de la situación límite que era la mía allí dentro.

El otro inspector general en cambio, con el que también coincidí durante mi detención en PortugalFemando Duarte, en los primeros tiempos de mi encarcelamiento, a pesar de su etiqueta -de más liberal que el anterior nombrado, más progre digamos par entendernos- tuvo una actitud mucho más indulgente y comprensiva para conmigo de la que cabía esperar de su sucesor en el cargo a tenor de la etiqueta ideológica -política y religiosa a la vez que éste último arrastraba, supuestamente más afín a la mía, a la que me endilgaban los medios al menos. Y como digo aquella experiencia tan cruda me abriría los ojos del enorme poder que el Opus Dei seguía teniendo en el Portugal de después de Abril, a imagen del que había tenido en el Portugal de antes de Abril (“el de la Vieja Señora”)

Y ese eclesiástico portugués viene ahora a poner de ejemplo mi infortunio y la (presunta) actitud de mis progenitores -cargando con mis propias/culpas- de ejemplo de la misericordia de la santa/madre/iglesia (y de su representante en la tierra) Perdónales porque no saben lo que dicen. Yo no me arrepentí nunca, es cierto, pero el turco Ali Agca no dio nunca el menor signo de ello tampoco, algo por lo demás incomprensible sin lugar a dudas para la mentalidad y en el universo cultural (musulmán) que eran lo suyos propios. Y sin embargo el papa Juan Pablo II “le perdonó,  visit-como nos lo vendió la prensa global siempre desde entonces.y además le lvisitóo (en su propia celda) A mí en cambio no, ni lo uno ni lo otro.

Y es cierto -y me curo en salud de inmediato ante posibles aprendices de brujo, uno en concreto (como por casualidad también él super/numerario) , que no eran casos comparables. Que a fuer de realismo hay sin duda que convenir en ello. En mi caso un imperativo de política religiosa impedía un gesto así a todas luces por tratarse de un asunto interno -léase la disidencia tradicionalista-, aunque también,, fue porque el propio pontífice  -como lo señalaba un articulo de un diario italiano (Il Giornale d'Italia) sobre la reciente visita papa a Fatima- se encargó de que ese asunto se viera silenciado en los medios, en particular en la prensa italiana. “Dos atentados -escribe el articulista- eran demasiados ara un pontífice que gustaba tanto de trasladarse de una punta a otra del planeta”

Un papa mensajero y pregonero del perdón en el mundo entero que no perdonó al que esto escribe -por lo que fuera-, y una iglesia/madre que torturaba -y lo sigue haciendo- a su hijos, llevándoles a situaciones límite, como le sucedió al autor de estas líneas. Y que en vez de perdonar me infligió una excomunión (latae sententiae) que arrastré desde entonces, como por vez primera -rompiendo un tabú de lo más espeso en torno mío- viene ahora a reconocerlo este eclesiastico portugués, y ello a pesar de que la santa/madre (en portugués “mãe”) en el concilio había proclamado -a la faz del mundo- que la iglesia ya no condenaba (sic) en lo sucesivo. Que de madrasta se había convertido en madre/buena (…)

Política religiosa en el fondo ya digo, y por eso no me tomé en serio (del todo) ese articulo tan venenoso. Como tal vez su autor se merecería

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